domingo, 27 de marzo de 2011

¿Y qué si quiero buscar?

Creo que en algún momento todos los que creen en Dios no pueden sino buscar algo que demuestre su existencia. Es cierto, dirán que veamos el cielo, la tierra, el mar, pero a veces esas generalidades no bastan.

Somos humanos, los grandes humanos que pregonaron su creencia también fallaron, así que no me juzguen si alguna vez yo también tuve miedo, porque sé que ustedes también. Pero no vengo a hablar de eso, miedos todos los tienen, algunos siempre se niegan, otros siempre están presentes, cosas de todos los días…

Solo sé que un día yo también busqué. Y miré el cielo gris de mi ciudad natal pero solo vi nubes, vi la tierra y vi smog, vi al ser humano y su común ceguera y, perdónenme, tampoco lo vi. Pero el día seguía y aún tenía esperanza.

Llegué al templo y me recibieron, me dijeron “bienvenido” pero su amistad se quedaba en la puerta en la que me la presentaban, no podía creer en algo que conocía falso. El templo de Dios es el ser humano, no un edificio y lo comprobé, porque me senté por dos horas y no vi a Dios allí. Las palabras fueron buenas, las enseñanzas provechosas y no diré que no me conmoví, pero también me conmovió el discurso de Corazón Valiente…

Caminé de vuelta a casa entre el frío y una decepción tremenda. ¿Dónde está Dios? Tantas respuestas se me podrían ocurrir pero ninguna me convencía. Era un pésimo buscador. Durante la historia lo vieron en un pedazo de madera, metal o mármol, a veces en edificios, otras milagros… el Dios en el que creía era un Dios personal, no podía aceptar no encontrarlo en algo más… mío.

…digan lo que quieran decir de mi pero yo quería algo y soñé con eso, así como ustedes soñaron con cosas quizás hasta más tontas aún…

Es la vida la que nos enseña que no hay nada más hermoso, más hiriente, más maligno y más maravilloso que ella. Pero somos nosotros quienes la hacemos hermosa, hiriente, maligna o maravillosa… un Dios me dijo una vez que mi cielo sería del color que yo quisiera, pero no lo podía encontrar mientras quería llorar pero el frío hacía que evite soltar alguna lágrima.

Yo me rendí, en todo el día luché, pero me rendí… yo no encontré a Dios y lo digo con vergüenza y valentía a la vez. Llegué a mi hogar con la derrota en la boca…

…para ver a alguien sentada, leyendo un libro, concentrada. Busqué algo todo un día y no lo encontré. Llegué a casa y mi madre simplemente me dio una sonrisa… en ese segundo encontré al Dios que me dio ganas de vivir. Perdón, me corrijo, ese Dios me encontró a mi… me estuvo esperando… junto a mi madre.

Feliz cumpleaños mamá…

A Sara Maldonado

27 de marzo del 2011

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