miércoles, 10 de agosto de 2011

Uno pequeño a los escritores

No soy psicólogo, nunca pretendería serlo. Pero hay que cosas que veo y de las que puedo hablar así no tenga un título o haya llevado una carrera. Y es que a veces el hombre puede conocer cosas sobre sí mismo, cuando deja de concentrarse en lo que ve y empieza a concentrarse en el cómo.

Hace poco me dijeron que estar asustado no iba conmigo, ¿razones? No las hay, simplemente no soy yo. Respeto inmensamente a la persona que lo dijo, pero seamos honestos: todos hemos estado aterrados en algún momento, y si somos muy jóvenes aún, pues lo estaremos entonces.

Y así, podemos elegir ser la mera sombra de un “yo” que intentamos aparentar cada día ante el público. Así como la Realeza de este siglo, tener nuestro papel reducido al de actores, buscando el aplauso de rostros que quizás no volvamos a ver, rostros que nos observan por diversión, y que si mañana desapareciéramos no darían un centavo por saber donde fuimos a parar. Y cuando las luces se apaguen, como toda sombra, estamos destinados a desaparecer. Como todo actor, al alejarse del aplauso no es más que una persona que sabe aparentar pero no tiene ante quien hacerlo.

Mientras nosotros somos un concepto… relativo. En una realidad donde relativo pasó a ser: yo tengo mi verdad y tú la tuya y ambas son válidas. Pero si son válidas ambas ¿por qué perder tanto tiempo discutiéndolas? ¿Por qué pasar la vida luchando por…? Lamentablemente no sé como terminar esa frase. Y así, convertimos la libertad de poder decir “si” y “no” al estúpido y maldito concepto que nos dirá que si somos libres tenemos que hacer lo que queramos. Sin saber que al negarnos a negar nos hizo perder parte de nuestra humanidad. Los animales comen, defecan y follan… el ser humano tiene mucho más que hacer, porque puede elegir hacerlo.

Y la libertad de expresión es poder decir lo que uno quiera, cuando uno quiera y que aunque él otro sienta que le arrancas el alma no pueda detenerte. Patetismo que llega al punto que de cada cosa de la vida queremos solo lo que nos conviene: Sexo sin reproducción, carnalidad sin compromiso en una relación, libertad de expresión sin decoro o respeto básico por el “cuándo” o el “dónde”, mucho menos del “cómo”. Y hoy alguien puede venir e insultar al presidente de la república y si este contesta es un escándalo: pero si voy e insulto a tu madre en tu cara tú me responderías con 10 veces más odio… o golpeándome con todas tus fuerzas. Y así la moralidad (así como la ética) pasó a ser un concepto relativo… excepto cuando es uno mismo quien se vuelve el afectado.

Solo sombras de algún objeto al que no nos atrevemos a mirar…

Y por eso tenemos un confidente, alguien especial a quien contarle las cosas, ese secreto que solo esa persona sabe. Es simplemente gratificante poder decir ese algo que nos mata, golpea o asfixia. Pues yo no sabría decirlo…

Pero no es un reclamo, y simplemente odiaría que después de esto alguien quisiera mostrar compasión. No necesito compasión de otras personas, necesito ver que se salven antes de querer salvarme a mí. Y si decido escucharlos no es porque crea que sus comentarios no valen la pena…

Tienen una voz y merecen ser escuchados. Pero la expresión no es un derecho, es un privilegio. Y es un privilegio porque en el momento en el que alguien decide dar segundos, minutos, horas de su vida para que puedas tener ojos posados sobre ti, tú tienes una responsabilidad. Porque si alguien pone su confianza en ti es porque espera que lo que hagas sea por su bien, con el respeto y altura que merece. Y si alguien te escucha es porque espera que demuestres que oírte, que leerte, valga cada minuto de su tiempo. No porque seas Shakespeare, no porque seas Demóstenes, no buscan profesionales, buscan gente que entienda que al estar en el estrado son uno de muchos, pero uno al que se le dio la confianza para hacer algo… y Dios nos salve de quienes piensan que libertad de expresión significa que simplemente no podrán callarnos.

Tengo elocuencia, al menos eso me han dicho y perdonen mi vanidad al creerlo. Y podré ser sutil, irreverente, agresivo o testarudo, pero de ninguna de estas actitudes me arrepiento. Y lo que soy, seré, no una mera sombra, y seguiré existiendo aún con las luces apagadas. Más cállenme si en algún momento uso mi privilegio como un poder, y mi responsabilidad se vuelve una licencia, o si les hago sentir que desperdiciaron momentos de su vida…

No puedo hacer nada por lo que ya hice, solo puedo encargarme de lo que haré. Hay algunos que no tienen hombro donde llorar, y que sin derramar lágrima alguna pueden robarle un suspiro a la humanidad. Hay algunos que simplemente no pueden desfallecer en silencio… mientras sientan que hay una palabra más que decir, un verso más que entregar, un alma más que tocar.

Y el día en que todos ellos callen el mundo estará en paz… la paz que solo puede dar la muerte.

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